La dolorosa falta de ejercicio es lo que hace llorar a nuestros pequeños bebés. 
Falta la vitalidad, la calidez. 
El ruidoso. El móvil. 
Todo lo que el bebé vivió todos los días en el vientre de la madre. 

Desde su concepción, se sacudió todos los días. Escuché tu voz a horas regulares todos los días. Ruidos repentinos, pero también la respiración regular y relajante por la noche. 

Y de repente falta todo. La madre acuesta a su pequeño bebé en una bonita cama. Cuidó la cuna durante el embarazo. Más tarde, pone a su tan esperado hijo en un cochecito. Por supuesto que quiere lo mejor para su descendencia. Le tomó mucho tiempo averiguar qué cochecito era el adecuado para ella y su pequeño amor. Cuando el bebé llora, ella lo mece de un lado a otro en la carriola. Si tiembla, el bebé vuelve a estar más tranquilo. 
Pero el temblor no es como en el vientre de mamá. Es diferente. El bebé se calma y la mamá deja de temblar. Suelta su mano en el manillar del cochecito y se vuelve a sentar en su silla. 

Entonces, de repente, está allí de nuevo: el vacío. El bebé solo ve el revestimiento interior de la canasta en la que está acostado con los ojos, que aún no son lo suficientemente grandes. 
No puede oír la respiración de mamá. 
No huele el maravilloso aroma de mamá. 
Y tampoco de la leche materna calmante. 

Está en el eterno ahora, sin saber cuándo terminará nuevamente el dolorido vacío. esta llorando y sollozos y gritos Mamá sabe que es hora de volver a alimentarse. Por un corto tiempo finalmente toma a su descendencia en sus brazos. Y todo está bien. El ahora puede permanecer. El dolor se olvida. Está bien y bien. Hace calor, huele a mamá, se oye la respiración rítmica. Siente su cuerpo a través del toque de su madre. 

Qué lindo sería que este momento existiera para siempre, como otras madres que cargan a su pequeño desde que nace y satisfacen las necesidades del niño. 

Las necesidades tácitas que el bebé no puede decir. 
Que intenta mostrar inicialmente con un llanto fuerte y estridente y luego con un gemido silencioso.

Copyright Ceyda Temur